“… no hay ninguna separación de principio entre la propia confirmación de la obra de arte y el que la experimenta” (pag. 65)
En este texto Gadamer introduce el concepto del arte como juego, es decir lo usa como una metáfora para entender la dinámica presente en la producción estética y su recepción.
Como ya hemos mencionado el juego es esencial para el ser humano, cumpliendo una función evolutiva que abarca todos los aspectos de la vida: arte, lenguaje, sociabilidad, destrezas y entre otros. Una característica esencial del juego es que es un movimiento sin propósito teleologico, pero que implica un esfuerzo racional. El ejemplo que nos muestra Gadamer va en el sentido de que cuando un niño va botando un balón contra el suelo, no lo hace sin ninguna intención, si no que inconscientemente se implica un elemento racional que estimula la continuidad del juego. La racionalidad en si no busca propósitos si no que le da significado al juego.
Aunque el juego no tiene un fin practico, si es una representación que muestra el proceso de significación de los participantes, esta ultima nos lleva a otro tema importante del texto; el rol de los participantes en la dinámica del juego o la obra de arte. esto lo entendemos como el “jugar-con”. El juego implica la participación tanto de los actores como de los espectadores, esto implica que cuando hablamos de la estética en la obra de arte, el receptor adquiere un rol esencial en la experiencia artística, especialmente en el arte moderno:
“Uno de los impulsos fundamentales del arte moderno es el deseo de anular la distancia que media entre audiencia, consumidores o publico y la obra.” (Gadamer; 60).
Gadamer continua desarrollando su hermenéutica en este texto, cuando nos habla de que la única manera de que adquiera sentido la obra es a través del proceso de identificación que hace el receptor. En consecuencia vemos el alejamiento de la posición clasicista en el que se busca la inmortalización de la obra, dado que si el sentido de la obra es el resultado del ejercicio hermenéutico del receptor, entonces este sentido es variable “Es probable que no llegue a ser una obra duradera, en el sentido clásico de la perdurabilidad; pero, en el sentido de la identidad hermenéutica, es ciertamente una -obra-” (Gadamer; 61). La comprención de la obra de arte exige un esfuerzo del co-jugador que hace el ejercicio de la interpretación, y así comprende.
Es importante aclarar, que aunque el receptor es copartícipe en la interpretación, está es determinada por la obra que limita las posibilidades de significación. “…precisamente es la identidad de la obra, que insta a esa actividad, no es una identidad arbitraria cualquiera, si no que es dirigida y forzada a insertarse dentro de un cierto esquema para todas las realizaciones posibles.” (Gadamer;69). Gadamer demuestra esto hablando de Dostoievski en la novela Los Hermanos Karamazov. Allí el da cuenta de como la imagen de la escalera es un espacio para la libre interpretación del receptor, pero solo siguiendo la vocación lingüística del narrador.
Existen ciertos aspectos problematicos sobre la propuesta de Gadamer. En primer lugar, vemos que si el arte es un juego entre obra y receptor, y a través de este juego se da significado a la obra, entonces vemos la perdida de la intencionalidad de la obra, en otras palabras, el propósito por el que el autor creo la obra se pierde en el tiempo. De esta manera nos parece relevante preguntarnos que al momento de interpretar una obra de Dostoivsky, sea oportuno olvidarse del obvio propósito religioso que tenia este autor, siguiendo un ejercicio interpretativo que solo dialogue con el texto y se olvide de los propósitos del autor, o su génesis cultural. Consideramos que para solucionar este dilema el proceso hermenéutico debe ir paralelo al conocimiento socio-histórico tanto del autor como el de la obra.
Otro problema también radica, en que la recepción de una obra también esta determinada por el momento socio-histórico, y por tanto la interpretación subjetiva esta sesgada por dichas circunstancias. ¿Hasta que punto se puede liberar de estos sesgos el receptor?
De la misma forma, si el sentido de la obra radica en el juego ya expuesto, entonces ¿que rol tiene finalmente el creador de la obra de arte? Nos parece que bajo esta mirada el creador solo tiene relevancia en el momento de crear y una vez terminada la obra, ella misma cobra vida y el autor ya no es necesario. Entonces ¿como debemos tratar a los artistas? ¿Como se puede pensar a un autor? ¿Como se piensan ellos mismos con relación a su obra?
Pensando esta situación en cuanto a los creador-artistas, vemos que el proceso hermenéutico propuesto por Gadamer no permite el análisis de autor, en otras palabras, no podemos hacer ejercicios interpretativos que incluyan toda la obra de un autor, y al no poder hacer este ejercicio, vemos que se pierde un horizonte de posibilidad interpretativa grande, y que puede tener un gran peso para una mejor comprensión de la obra.
Finalmente, vemos que el proceso hermenéutico no nos brinda, quizás por que no pretende, una estructura en donde podamos identificar lo que es y no es, una obra de arte. Esto lo vemos expresado en el hecho del alejamiento de las reglas del arte clásico, y aunque no estamos apoyando que el arte se rige por estructuras fijas, si consideramos que es necesario que exista un criterio para decidir lo que es y no es arte.
En conclusión
Entendemos la obra de arte como un juego en donde la obra y el receptor construyen significado como co-jugadores en el proceso hermenéutico. Así consideramos que el receptor juega un papel igualmente importante que el productor de la obra de arte. Sin embargo existen varias debilidades en el proceso interpretativo visto en la obra de Gadamer, como la carencia de un criterio claro para juzgar una obra de arte, y la amplitud de significados posibles nos pueden llevar a una saturación de interpretaciones.
Referencias
La actualidad de lo bello, Paidos. 1991, Barcelona, pp. 66-83.